Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos, y fue tanta la intensidad de la mar y tanto su fulgor, que el niño quedo mudo de hermosura. Y por fin cuando consiguió hablar, temblando, tartamudeando pidió a su padre: - ¡AYÚDAME A MIRAR!-
- (EDUARDO GALEANO) -
No hay comentarios:
Publicar un comentario